Son las 20:15. 11 de julio de 2010. Johannesburgo.
Estadio Soccer City. El estadio está a rebosar, no cabe ni un alfiler en el
estadio, la ocasión lo requiere. En apenas 15 minutos se va a disputar la final
del Mundial de fútbol, que va a enfrentar a España, y a Holanda.
Veo a lo lejos que hay un sitio libre, y que está en mejor posición
para ver el partido. Me acerco, para ver si por un casual no hay nadie que lo
ocupe. Al lado hay un señor de gran envergadura, con una camiseta de España con
el número 4 a las espaldas, y porta el nombre de F.Hierro. Se le ve al hombre
muy ilusionado, y le pregunto que si estaba ocupado. Frente al asombro de aquél
hombre, él me responde que no, y que no hay ningún problema en que me siente.
El hombre me dice que ese sitio estaba guardado para su mujer, y que habían
estado yendo a todos los partidos de España desde que se conocieron. Le
pregunté por su mujer, él muy parsimonioso, me respondió que había muerto la
noche anterior. Me sentí el hombre más malo del mundo, era la peor persona que
había pisado la Tierra a lo largo de la historia. Frente a mi “cagada”, intenté
arreglarlo diciéndole que por qué no había invitado a algún familiar, que dicho
acontecimiento era una lástima perder el dinero de una entrada. Él me respondió
que todos estaban ocupados. Le pregunté en que estaban tan ocupados para perderse el fútbol. Él me
respondió: en el entierro.
Manu.A
Manu.A
Porque el amor por
el fútbol no tiene límites
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